martes, 31 de diciembre de 2013

2013


2013, un año que todos los venezolanos recordaremos hasta que la luz de vida nos cierre los ojos. Cada quien podrá preservar los recuerdos a su manera: edulcorándolos, minimisándolos, añorándolos o incluso glorificándolos.

Los venezolanos no somos unos y otros, no somos mejores o peores, no somos chavistas, ni nis, opositores, o boliburgueses. Somos nosotros mismos. Así como somos, rodamos por las mismas calles.

Hugo Chávez falleció este año. Dejó como legado destrucción para unos y un proyecto para otros. Visiones distintas dentro de un corazón que se llama Venezuela. Pero lo más importante fue la enseñanza que legó aun sin querer proponérselo. Nos hizo recordar que somos vulnerables; que la vida nos quita y nos da a su antojo y que los designios divinos no se pueden torcer.

Más allá del proyecto de país poco claro desde todos los puntos de vista, hay cosas en común que nos amalgaman a la madre tierra venezolana: La solidaridad, la sonrisa con la adversidad, el reírnos de nosotros mismos ante la presencia a veces inevitable de las calamidades, y la confianza de que el futuro siempre será mejor.

Ante la presencia del 2014 la vida nos llama a un mayor compromiso que pasa por enamorarnos del trabajo que hacemos y dejar de hacer lo que no nos gusta. El nuevo reto es que todos juntos hagamos un esfuerzo por empujar a nuestra población más joven a encontrarse con los oficios decentes, a bridarles oportunidades para educarse y así conseguir logros con su propio esfuerzo.

Nuestro legado a las generaciones que vienen tiene que ver con alertar para que entiendan que una cuenta en dólares no hace la felicidad, que pertenecer a una red de tráfico de drogas facilita poderes efímeros, que robar lo que no se ha conseguido con esfuerzo envilece el alma, y que la prosperidad que se obtiene apegados a un Estado corrupto anula el emprendimiento.

Hay que dejar la prisa. El Dalai Lama enseña que el único día que existe es el ahora. Dentro de las enseñanzas cristianas se nos recuerda que hay un tiempo para cada cosa y un momento para hacerla bajo el sol. Hay que abrazar mensajes como ese y hacerlos parte de nuestro día a día.

Entender que los cambios tienen sus tiempos no es pretender quedarse sentados, sino interiorizar que no son cúpulas políticas quienes imponen solos cómo se debe vivir. La fuerza social tiene un gran peso. Los cambios que se impulsan desde ella tuercen destinos.

Cuando entendamos que construir una escuela es responsabilidad de todos y no de  los gobiernos, será el momento en el que nuestros emprendedores, nuestras empresas y nosotros mismos colocaremos los ladrillos para que los 5.000 planteles que se necesitan puedan edificarse. Para que cada niño o niña no se vea obligado a abandonar su educación por falta de colegios, liceos o escuelas técnicas. Para que el trabajo sea una reivindicación y los logros un orgullo. Para que huir del país ya no sea una opción.

A los que están fuera, un agradecimiento profundo por parte de los venezolanos que quedamos en esta partecita del mundo. Aquí les cuidamos el país y nos comprometemos a seguir construyéndolo mientras ustedes trabajan dentro de una misión mayor: Aportar su esfuerzo para empujar al resto del planeta.

Pido a Dios para que cada vez que me tropiece con alguien que no piense como yo me sienta feliz porque existirá diversidad de pensamiento.

Para que más nunca los credos entierren en ritualismos la verdadera espiritualidad.

Para que el respeto sea el lenguaje cotidiano y la injuria y el insulto sean siempre reprobados.

Para que la caridad, virtud fundamental para entender la razón de la vida, se imponga ante la soberbia.

Para que comprendamos que el perdón es el verdadero camino para la paz.

Y para que entendamos que al amor es un acto de FE.

Feliz año 2014

Blanca Vera Azaf