2013, un año que todos los venezolanos
recordaremos hasta que la luz de vida nos cierre los ojos. Cada quien podrá
preservar los recuerdos a su manera: edulcorándolos, minimisándolos,
añorándolos o incluso glorificándolos.
Los venezolanos no somos unos y otros, no
somos mejores o peores, no somos chavistas, ni nis, opositores, o boliburgueses.
Somos nosotros mismos. Así como somos, rodamos por las mismas calles.
Hugo Chávez falleció este año. Dejó como
legado destrucción para unos y un proyecto para otros. Visiones distintas
dentro de un corazón que se llama Venezuela. Pero lo más importante fue la
enseñanza que legó aun sin querer proponérselo. Nos hizo recordar que somos
vulnerables; que la vida nos quita y nos da a su antojo y que los designios
divinos no se pueden torcer.
Más allá del proyecto de país poco claro
desde todos los puntos de vista, hay cosas en común que nos amalgaman a la
madre tierra venezolana: La solidaridad, la sonrisa con la adversidad, el reírnos
de nosotros mismos ante la presencia a veces inevitable de las calamidades, y
la confianza de que el futuro siempre será mejor.
Ante la presencia del 2014 la vida nos
llama a un mayor compromiso que pasa por enamorarnos del trabajo que hacemos y
dejar de hacer lo que no nos gusta. El nuevo reto es que todos juntos hagamos
un esfuerzo por empujar a nuestra población más joven a encontrarse con los
oficios decentes, a bridarles oportunidades para educarse y así conseguir
logros con su propio esfuerzo.
Nuestro legado a las generaciones que
vienen tiene que ver con alertar para que entiendan que una cuenta en dólares
no hace la felicidad, que pertenecer a una red de tráfico de drogas facilita
poderes efímeros, que robar lo que no se ha conseguido con esfuerzo envilece el
alma, y que la prosperidad que se obtiene apegados a un Estado corrupto anula
el emprendimiento.
Hay que dejar la prisa. El Dalai Lama
enseña que el único día que existe es el ahora. Dentro de las enseñanzas cristianas
se nos recuerda que hay un tiempo para cada cosa y un momento para hacerla bajo
el sol. Hay que abrazar mensajes como ese y hacerlos parte de nuestro día a día.
Entender que los cambios tienen sus tiempos
no es pretender quedarse sentados, sino interiorizar que no son cúpulas
políticas quienes imponen solos cómo se debe vivir. La fuerza social tiene un
gran peso. Los cambios que se impulsan desde ella tuercen destinos.
Cuando entendamos que construir una escuela
es responsabilidad de todos y no de los
gobiernos, será el momento en el que nuestros emprendedores, nuestras empresas
y nosotros mismos colocaremos los ladrillos para que los 5.000 planteles que se necesitan puedan edificarse. Para que cada niño o niña no se vea
obligado a abandonar su educación por falta de colegios, liceos o escuelas
técnicas. Para que el trabajo sea una reivindicación y los logros un orgullo.
Para que huir del país ya no sea una opción.
A los que están fuera, un agradecimiento profundo
por parte de los venezolanos que quedamos en esta partecita del mundo. Aquí les
cuidamos el país y nos comprometemos a seguir construyéndolo mientras ustedes
trabajan dentro de una misión mayor: Aportar su esfuerzo para empujar al resto
del planeta.
Pido a Dios para que cada vez que me
tropiece con alguien que no piense como yo me sienta feliz porque existirá diversidad
de pensamiento.
Para que más nunca los credos entierren en
ritualismos la verdadera espiritualidad.
Para que el respeto sea el lenguaje cotidiano y
la injuria y el insulto sean siempre reprobados.
Para que la caridad, virtud fundamental
para entender la razón de la vida, se imponga ante la soberbia.
Para que comprendamos que el perdón es el
verdadero camino para la paz.
Y para que entendamos que al amor es un
acto de FE.
Feliz año 2014
Blanca Vera Azaf