sábado, 1 de enero de 2011

Esas sorpresas inimaginables de año nuevo


Cada celebración del año nuevo es diferente. Hay unas que se celebran a todo dar. Algunas son más sentidas y vivenciales. Otras, mucho menos frecuentes, son sorpresivas.

Siempre me he considerado una mujer privilegiada. La verdad es que no se porqué, pero es así. Sin embargo, el regalo que Dios me tenía para cerrar este año e iniciar el nuevo carecía de premonición. Fue de esos que llega sin avisar, que te llena el corazón de una manera que te estremece y que te conecta con lo más profundo: El verdadero ser.

En una época en que las caretas caen alrededor de uno, que las admiraciones por los cercanos se diluyen, y tus incondicionales se van limitando la casualidad trajo a mi casa desde tierras lejanas a mi prima María Eugenia González Vera.

Dos horas antes me enteré que por primera vez en la vida -y luego de muchísimos años sin verla vendría- a mi casa materna. Mi corazón latía fuerte al saber que mi prima mayor estaría conmigo y mi hermano Juan Ramón compartiendo una noche que estaba segura recordaría para siempre.

Aún no entiendo el porqué pero siempre he visto a mis primos -tanto Vera como Azaf- como mis hermanos. La única diferencia es que no vivimos en el mismo techo. Los que tienen más edad que yo gozan de mi absoluto respeto y escucho lo que dicen con sumisión a la autoridad. A mi primo Germán, por ejemplo, lo admiro un montón y con él siento algo que no siento ni con mis hermanos. En su presencia me siento segura, él me protege como lo hace mi papá

El regocijo es un sentimiento que a veces no se reconoce. Maru es como yo pero morena. Ella y su hija Joan son las únicas personas que llevan puesto el mismo cuerpo que yo. Es herencia de uno de mis amores más grandes y menos disfrutados: Mi tía Elena Vera.

Ver a Maru compartiendo con la tía Blanca (mi mamá) después de tantos años y circunstancias me habló de la nobleza de corazón y de los profundos que son los lazos familiares.

Mi prima es una mujer hermosísima. Detallaba cada uno de sus gestos con atención y redescubría las razones de mi profundo amor por ella. Es absolutamente espontánea y despierta y profundamente inteligente. Mientras ella hablaba recordaba cuánto me gustaba jugar con sus Barbies. Digamos que era el ansiolítico ideal para la primita chiquita y algo callada.

Mientras le servia un whisky recordé uno de esos hermosos episodio en mi vida que me revelaron de dónde venía, quién era. Tenia 16 años y una tarde mi tía Elena me llamó a su cuarto y me puso frente a un gran espejo justo al lado de ella. Quería enseñarme cómo su cuerpo era idéntico al mío. Luego llegó Maru y se detuvo a mi lado. Aquella imagen de las tres mirándonos al espejo la sigo teniendo viva. Parecían copias al carbón en colores distintos. Hoy, Joan es la heredera de esos atributos

Maru me hizo reencontrarme con amores tallados en el alma. Ella es mi tío y mi tía por siempre. Nada importa las nuevas familias ni circunstancias. Hay lazos que se atan a nosotros inevitablemente para siempre. Sus hijos Joan y Hans son nuestra continuación familiar. La mirada de esa niña rubia y el cariño y admiración gratuita que nos tuvimos desde que nos abrazamos fue sagrada. Con plena conciencia me daba cuenta de que lo más importante es la grandeza con la que se nos muestra el amor cuando más distraídos se estamos.

Mi hermano Juan Ramón y yo fuimos hoy privilegiados. Vivimos la felicidad plena al lado de la prima, y debo confesar que todo el esfuerzo fue puesto por él para hacer posible ese inimaginable reencuentro

Al ver a mi madre comprendí que es un ser muy especial. Su generosidad y su convicción de ser siempre quien es -sin importar lo que los demás digan- lo que ha hecho que para mis primos siempre sea la tía querida. Ella, la que abre su hogar a los amores eternos.

Lo confieso. Yo nunca he sabido de un amor tan magnánimo como el que se tuvieron Juan Vera Bravo y María Carmona. Su fuerza quedó plasmada en Anita, Juan Vicente y en Elena, quien nos mira desde el cielo. Nada de lo que sucedió hoy hubiera sido posible, real y palpable si no hubieran existido esos dos que fueron puro amor.

Gracias tía.

Desde el cielo, lo volviste a hacer

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