domingo, 3 de enero de 2010

Esa parte de mí que nació en el Orinoco

A mi tía Elena Vera
Poeta, escritora y docente
(Aunque decidiste irte antes al cielo, no he dejado de adorarte)

Esta tierra caribeña que embruja con su sol y su riqueza natural fue el escenario elegido por un par de sicilianos, quienes empeñados en hacer riqueza en las canteras de mármoles, se asentaron en la húmeda Ciudad Bolívar.

Indias, mulatas y blancas era Venezuela. Pasión desbocada fue la razón de una noche para uno de aquellos europeos, tentados por la seducción de la tierra nueva. Fue María el fruto de aquel breve amor de un hombre de gran corazón, cautivado por la dulzura de una humilde guayanesa.

Él marcó la razón de vida de una familia entera, a la que le heredó el amor al trabajo, el afán por la curiosidad, el respeto al conocimiento, la tentanción por la selva y la compañía de un buen libro.

¡Cosas de la juventud! María nunca llevó el apellido de su papá, quien años después se fue a vivir a la gran mansión donde ayudaría a Nieves, esposa de su padre, amiga y cómplice -por las cercanías de edades- a criar a sus hermanos.

Su rostro de guaynaesa envolvía ojos indios con un cuerpo voluptuoso marcado por seductoras caderas y un buen final de espalda italiano. Sus trajes holgados de principios de siglo y zapatos de tacón ancho no ocultaban esas piernas que trataba de esconder. Toda una joven criada al mejor estilo de los antiguos mantuanos caraqueños.

Pero no son los fieles mortales los que definen el futuro, sino que por esas tierras la tarea le corresponde el cauce del Orinoco que -por siglos- ha dejado de preguntar. A su antojo tuerce los caminos definidos.

Era Juan un juglar venido de Sucre. Cantaba como Carlos Gardel, vestía como Carlos Gardel, Galanteaba como Carlos Gardel. Guitarra en mano enamoraba a las chicas a la Orilla del Orinoco. De dos oficios vivía: Era barbero y promotor de boxeo.
Poco se pudo hacer. El bisabuelo enfermó de la rabia.

Fue fulminante al amor entre María y Juan. Calmado como las aguas del río, sanador como la flor de loto, amoroso como el verdadero amor.

Los bordados de punto cruz, la etiqueta a la hora de poner la mesa con la cuchara del postre en la parte posterior del plato. El vestido almidonado a la hora del almuerzo, los perfumes traídos en barco junto con las telas italianas que vestían a María y a Nieves como dos princesas.

Las perlas en collares y la elegancia sencilla de las que no necesitan recordar que son unas damas, quedaron en Babilonia N°8.

El corazón del bisabuelo se partió con la ida de María a Caracas y María se convirtió en madre sin olvidar esa profunda admiración y ese irremediable amor que sentía por su progenitor: Su primer hijo se llamó como él: Vicente... casualmente, mi papá

María murió a los 28 años de una enfermedad desconocida para la época. Juan le sobrevivió muchos años. Su mayor legado: Tres hijos que han amado a la vida con toda la fuerza de sus corazones. Su segundo legado: otra abuela dulce y buena: Mima, quién me mimó y me dio besitos mojaditos y a quien le debo a mis otras tías y a mi tio.

Cuando escucho "viajera del tiempo" de Serenata Guayanesa recuerdo a mis abuelos, a quienes sólo conozco por un gran cuadro que hay en mi casa materna. A veces la observo para ver si me parezco a ella, pero no hay caso, el gen árabe de mi madre se me quedó pegado en el rostro.

Pero cuando me fijo en mi cuerpo, no me queda la menor duda de que el amor que un inmigrante italiano y una mulata se profesaron una noche cerca del Orinoco, sigue estando presente en mi.

A veces cuando creo que el amor en el mundo está en decadencia me detengo, recuerdo a mis desconocidos abuelos, cierro los ojos y vuelvo a mis raíces.

Epílogo:

Babilonia N°8 Fue la casa de la familia Puppio en Ciudad Bolívar. La conocí cuando tenía 19 años y para la época la habían convertido en la Casa de la Cultura. Nada mejor para un lugar en el que se profesó tanto amor.

Babilonia N°8 también es el título de un manuscrito para una novela que mi tía Elena Vera no pudo terminar porque debió subir a la eternidad.

5 comentarios:

  1. Blanca, por pura casualidad llegué a este blog; más bien por un RT de @angelalayon. Ahora yo también te sigo. Encantada de hacerlo porque en tus hermosas y coloridas pinceladas, descubro que estás hablando de Nieves León, mi tía-abuela, casada con Vicente Puppio. Mi abuela Dora León, hermana de Nieves, también de Ciudad Bolívar, tuvo cuatro hijos, entre ellos a mi madre, Carmencita León.
    De tan repetido es un cliché, pero el mundo es tan pequeño... Unos dicen que es una caraota y todos estamos en el punto blanco.
    Escribes muy lindo. Me encantó hacer esta parada aquí. Volveré.

    Nelly Tsokonas / @abezeta

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  2. Bello escrito Blanca, te felicito por tu blog!!!! abrazos

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  3. Nelly:
    Que sorpresa me has dado. Juro que esta casualidad me descolocó de la felicidad. Esas hisotria de Ciudad Bolívar siempre me han cautivado y ando en un ejercciio de soltar un poco la pluma y escribir cosas disintas a la economía.
    Gracias por tu cariñoso comentario. Se que Nieves fue una mujer buena. Conocí a tio Petronio a tio Franco y para mi fueron dos seres muy especiales

    Cariños

    Blanca

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  4. Hola Anaiz

    Que bueno que te gustó. Yo solía leer el tuyo

    Recibe un gran abrazo de mi parte

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  5. Hola Blanca. Soy Carmen Cortés, aunque no se note por el apellido, mi padre biológico es o fue Petronio Puppio y me encantó tu historia porque desde que tengo uso de razón he buscado esa parte de mi que has contado en tu historia. La prima Gioconda (hija de Pina Puppio) me permitió administrar el grupo Los Puppio en Facebook, ojalá alguna vez nos visites por allí... Un gran abrazo y estaría muy feliz si lograra ver la foto del abuelo Vincenzo...

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