miércoles, 6 de enero de 2010

Mi primer y único amor a primera vista

El siguiente, es un relato netamente femenino. Estoy convencida de que un hombre no pasaría del primer párrafo, pero como yo escribo por placer y este es mí blog, la siguiente historia se la dedico a las mujeres y a mis amigas.

Una tarde regresé más temprano de la universidad en la que estudiaba en Londres a Oxford, donde vivía, formalmente casada, por cierto. El motivo: Una cena en la que suelen reunirse ciertas personalidades “importantes” que tienden a escoger a las universidades élites como refugios para discutir issues a veces algo aburridos y luego plasmar en el curriculum que estudiaron allí. Sin embargo, aquella ocasión lucía tentadora porque los anfitriones eran gente muy querida.

Recuerdo que ya era primavera. Me cambié al llegar de la estación del tren y me puse un traje largo negro, medias y unas botas de esas que llaman “posh”. Usaba el cabello muy largo algunas veces en una larga trenza pero ese día decidí dejarlo libre, y al montarme en mi bicicleta sentía como se iba desordenando. Que sensación tan divina!
Iba a tiempo, y había quedado en encontrarme en el lugar con el que para entonces era mi esposo.

La reunión era en casa de un ex pacificador de un país centroamericano, que obviamente no nombraré y a la que también asistiría un hoy presidente latinoamericano -al quien tampoco nombraré- y un estudiante que actualmente es vicepresidente de otra nación de América Central y que menos nombraré. Todos amigos y gente de confianza. Cuando se vive en el exterior, el futuro es incierto y todos somos más o menos iguales. Con el tiempo, las cosas van cambiando. También había un grupo interesante de estudiantes de postgrado con quienes compartía casi a diario en la que era mi casa.


Mientra mi pie derecho empujaba el paral de mi bicicleta y amaraba el candado a una cerca, me distrajo la figura de un hombre muy alto, de cabellos desordenados y ondulados, barba y una mirada tan penetrante que traspasaba los lentes que llevaba puestos.

Recuerdo que algo me pasó y la distracción fue tal, que no atinaba meter la llave dentro del candado, lo que obviamente me hizo sentir toooorrrpeeee. Aquel hombre me miró fijamente y se acercó directamente sin vacilar. Apenas estuve de pie me ofreció ayuda para PONER EL PICHE CANDADO, lo que me dio inmediatamente a entender que el tipo desde el primer momento se había dado cuenta del efecto que había creado en mí.
“Eres latina verdad?”, me preguntó en inglés.

En ese momento el resto de la gente desapreció, pero no de cuerpo físico sino de mi atención. No podía creer que aquel príncipe se sonriera irónicamente y me preguntara cómo me llamaba. Me miraba directamente a los ojos como todo un seductor y lo confieso: Me derretí.

Luego de darle todo mi perfil profesional y estudiantil, noté que estábamos bastante alejados del grupo y muy cerca el uno del otro. Allí me di cuenta que debía hacerle alguna pregunta. El fantástico resumen fue el siguiente: Era sociólogo y economista, estaba haciendo su post doctorado y su tesis era sobre los procesos de pacificación en América Central. Era perfecto, ya me quería casar con él….Pero por Dios ya estaba casada!

Como si no hubiera sido suficiente me contó que había sufrido tres veces de paludismo y que por años había visitado asentamiento guerrilleros para estudiar si realmente estaban ideologizados o narcotizados, obviamente le fue fácil descubrir lo segundo.

Hay momentos en que se puede sentir que tienes al hombre perfecto al frente. Este era un soñador que pretendía cambiar al mundo, así como yo en esa época. Que vaina esto de ser periodista y creer que todo se puede.

Su acento. Dios mío! Recuerdo que hablaba con esa voz ronca y seductora que me llevó a preguntarle de que parte de Argentina era. El sonrió, me miró de nuevo fijamente y me dijo: No soy argentino, soy alemán.

Ya allí sentí que me mareaba de tanto amor. Un alemán hablando perfecto castellano y con acento argentino. ERA DEMASIADOOOO!!! Me acababa de enamorar. No me importaba nada. Hubiera dejado todo y me hubiera ido con él.

La conversación fue tan amena y nunca dejamos de mirarnos a los ojos. Fueron 20 minuto de gloria para nosotros nada más, en los que me sentí en la eternidad!.

Pero…. justo en ese momento de máximo sopor amoroso, sentí a lo lejos que alguien me llamaba por mi nombre, cuando me di cuenta tenia al que era mi esposo a mi lado.

Se me vino el mundo abajo. Se me había olvidado que él existía. Recuerdo claramente que bajé la cabeza y se lo presenté. Su rostro cambió totalmente, y no volvió a mirarme durante las tres horas que duró aquella velada.

Meses después caminaba por Corn Market, la calle principal de Oxford. Venía tomándome un chocolate caliente y leyendo un paper para un examen. Lancé el vaso en uno de esos recipientes que los ingleses acostumbran a llamar Litter y mientras me secaba un poco el pegoste de la mano en el abrigo, sentí que alguien pasó a mi lado y me rozó sensualmente la mano.

Me estremecí del susto. Era él. Me paré en seco pero él no se detuvo. Lo ví alejase; mientras su abrigo jugaba con la brisa y sentí un dolor muy fuerte en el corazón.

Han pasado muchos años y no se imaginan cómo le he agradecido a la vida ese amor a primera vista. Así quedó, platónico, difuminado en el tiempo. Era el amor perfecto de una periodista muy joven e idealista que se tropezó por un día con un héroe verdadero, y que por minutos me hizo perder la cabeza. Que viva La vida!

4 comentarios:

  1. Amiga! Deberías pensar en escribir una novela!!!
    Me encantó!

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  2. ¡Guao! ¡Qué momentos para atesorar!... Lindo relato, lleno de magia.

    Tu próximo relato pudiera llamarse "Mi Ex, el inoportuno", jajajaja...

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